miércoles, 21 de enero de 2009

El 19

AQUEL TRISTE 19
Era un 19 de cualquier mes, se le había terminado el cigarrillo y tenía mucho frío. Se le había perdido una zapatilla y andaba con un pie descalzo, con sus gafas rotas y un papel en su mano… Se había caído de un árbol, tratando de alcanzar aquella bandera negra por la que tanto había luchado, a la que tanto había amado. Pero, ¿Qué había pasado?

Recordaba un foco de luz que desprendía una luz verde, ¿sería un carro? No, no lo creía. Se iba a rascar su frente cuando ve un papel en su mano, era el fragmento de un libro, en cuya portada recordaba ver una foto, la foto de su alma acompañado del fragmento: “Aquí yace un alma vencida, porque fue obstáculo para sí misma”.


NOTICIA, ENCUENTRAN FOSA COMÚN EN UN BARRIO DE BOGOTÁ
Mientras un niño jugaba a hacer huecos en el potrero abandonado del barrio, encontró algo que le hizo correr a casa, su madre inmediatamente llamó a la línea de emergencias a informar sobre el cadáver que había visto su hijo de ocho años. Inmediatamente las autoridades llegaron al lugar, y luego de hacer las respectivas investigaciones se encontró que el sujeto muerto era un NN, fallecido hace más de dos años, sin una zapatilla, con gafas rotas y un libro en su mano.

Algunos dicen que en barrio las pandillas atacan y entierran a sus muertos en cualquier lugar, pero el líder de una de estas afirmó que no dejan fosas sin identificar, otros dicen que hace dos años gente ajena al sector llegaba a enterrar cosas, pero nadie decía nada. Las autoridades seguirán investigando los hechos, mientras tanto los restos continuarán en medicina legal para continuar las investigaciones.

19 de Octubre
Lo vi tirado en el suelo, se había caído de un árbol, no sabía qué hacer con su cuerpo. Ya su locura había llegado al extremo, colgaba esas malditas banderas negras por todos lados. Le quería quitar los tenis, siempre quise tenerlos; pude con uno, el otro estaba tan amarrado que me fue imposible hacerlo, siempre dormía con esas zapatillas, pero como me gustaban.

No sé que le habría pasado, tal vez creyendo que estaba navegando por los malditos mares habría visto un barco enemigo y se abría arrojado contra él, que pasa, ya estoy pensando como él. Sentía que algo malo le pasaba, no había ni llegado a comer, extraño, pero incierto, por tanto cogí la linterna y salí a buscarlo al potrero de los Martínez, allá se la pasaba. Era una noche oscura, así que me lleve la linterna, pero el bobo ese la había pintado de verde, por tanto no podía ver bien, hasta que los lentes de sus gafas brillaron, lo vi, tan pálido, con una expresión de desespero, cuando decidí casarme con él no conocía ese maldito defecto, lo disimulaba bien, hasta que con el tiempo me desesperaba, creer que vivía en un mundo donde todos peleaban contra él, maldito seas, como te odio.

Por tanto, decidí ir a empacar maletas, por fin podía huir, la lástima la había atado a ese ser que alguna vez había amado, y lo hacía ahora, corrí a casa, agarre la pala del vecino y cabo hasta donde mis fuerzas dejaron y le enterré, con sus gafas puestas y un zapato, el otro lo cogí para recordarlo; pero había olvidado algo, su libro, aún en mi interior amaba a ese ser que me había hecho sufrir; así que de nuevo fui a casa, apenas lo encontré, lo abrí, tenía una foto en su portada de una llaga, parecía de un leproso, y en sus hojas habían escritos , parecían suyos, no sabía, no estaba marcado. Quería conservarlo, pero no, eso era atarse de nuevo, así que corrí y deje el libro entre sus dedos y le enterré.
Un duro trabajo, pero lo conseguí, así que empaque todo y me fui, tenía ahorros, muchos ahorros y me alcanzo para un tiquete a Suiza, donde sola encontré razones para ser feliz.

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